“No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio”

Hace cien años nació en Francia Albert Camus, narrador, ensayista, dramaturgo y filósofo francés.  Me dan náuseas los filósofos, debe ser por la mala experiencia que tuve con los textos de filosofía que leí en la universidad. Unos “intelectuales”, soberbios y vanidosos, enfrascados en unas discusiones sobre temas que, generalmente, no me entretenían, no me hacían mejor persona, ni me aportaban profesionalmente. Jamás olvidaré Filosofía de la cultura, una materia donde me sentía perdiendo el tiempo y la plata. Qué tristeza que haya tanto por aprender y tengamos que desperdiciar nuestro tiempo en temas y discusiones que no llevan a nada. Todo eso sin mencionar que los textos son egoístas, escritos de tal manera que el público en general no lo pueda entender. Si la temática es tan fundamental, tan vital para el desarrollo de la vida en sociedad, debería escribirse en los términos más simples. Democratizar el pensamiento y que todo el que lo lea lo entienda. De todas maneras, siempre hay excepciones. Por eso rescato hoy una frase de Camus que me llamó mucho la atención:  “No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio”. No es que crea que el suicidio sea el único problema pero siento que la filosofía y demás disciplinas deben tener como objetivo la búsqueda de la solución al sufrimiento humano: la pobreza, la discriminación, la enfermedad, la violencia, etc, etc, etc. En todo AMAR y SERVIR.

Una noche en vela

Prácticamente se había fumado toda la cajetilla y la noche no se había acabado. 

-¿Por qué no intentas dormir?, le dije.

-¿Qué crees que he hecho toda la noche?, me respondió.

Ya se había tomado su dosis diaria de xanax. No le hizo efecto. Se tomó otra pastilla, pero esta tampoco lo durmió. ¿Qué le puedo decir? Yo sé que el sistema nervioso se acostumbra a las benzodiacepinas y los efectos hipnóticos, sedantes y ansiolíticos disminuyen con el tiempo. La solución no es por ahí. Fumar tampoco es la solución pero ayuda a pasar el tiempo. Nada más largo que una noche con dolor en el alma. Pedirle que no fume es hasta un acto de crueldad. Lo único que le podía decir era que tuviera fe. Cuando no hay nada ni nadie que te quite un dolor, solo queda Dios. A mí me pasó y a mí me sirvió. El camino no es fácil, pero tampoco imposible. Y es en los momentos de mayor agonía cuando más fe y esperanza se debe tener.

 

 

Ley Esperanza

El fin de semana pasado, a mi amiga Andrea se le olvidó tomarse el antidepresivo en la mañana. En la noche se dio cuenta porque sintió escalofríos, taquicardia y durmió mal. Afortunadamente ella tiene una fe enorme y se puso a orar hasta que amaneció. Pero, ¿ qué hay de aquellos que tienen que interrumpir el tratamiento porque la EPS no les autoriza a tiempo su medicamento? Ni modo de comprarlo. La mayoría de la droga es costosa y no pueden gastarse todo el sueldo en ella y dejar a su familia sin techo, comida, transporte y abrigo. El problema radica en que una vez interrumpido el tratamiento se le abre la puerta a una recaída que puede desembocar en un suicidio. Para los que no sufren de esta enfermedad, se les hace fácil pensar en continuar trabajando y viviendo en una crisis depresiva pero no conocen el sufrimiento. “Ninguna enfermedad mental y muy pocas enfermedades medicas, conllevan un grado de sufrimiento subjetivo TAN INTENSO COMO LOS TRASTORNOS DEPRESIVOS”, Fundación Unidos contra la depresión. Por eso, es de aplaudir la ley Esperanza (ley de salud mental) radicada por la representante Alba Luz Pinilla (Polo Democrático Alternativo) y que fue sancionada por el Presidente Santos en enero de este año. Una vez promulgada la ley, hay un plazo de 16 meses para implementarla. Dios quiera que se cumpla en toda su magnitud. Que la atención al enfermo mental sea prioritaria, que se capacite a los médicos generales en enfermedad mental para que el diagnóstico no tome tanto tiempo. La ley Esperanza, lleva el nombre de la hermana de la representante a la cámara por el Polo Democrático Alternativo, quien ha sufrido los embates de la depresión por años. Su diagnóstico llegó después de meses de malestares físicos: mareos, vómitos, diarreas, etc. No se imaginaron que sus molestias fueran provocadas por una enfermedad mental. Por eso es importante capacitar y educar al personal médico y a la población en general. Según datos de Funidep (Fundación Unidos contra la depresión), en Colombia se suicidan 2000 personas al año; actualmente 1 de cada 4 personas sufren de depresión y en el año 2020 serán 1 de cada 2 personas.

Amigos no, compañeros de rumba

Uno cree que tiene muchos amigos, pero al final se da cuenta de que “Nunca faltan los gorrones, para ir de reventones, mas cuando los necesitas, no les ves ni los talones”. Lo más triste de todo es que descuida uno la relación con la familia, con los verdaderos amigos (que son muy pocos), con Dios y consigo mismo por entregarse  con alma, vida y corazón a esos “gorrones” que solo estarán presentes mientras dure la fiesta, mas una vez  se empiece  a rodar por una pendiente sin fondo, huirán a toda prisa. Como siempre he dicho, uno aprende a punta de golpes. Los momentos difíciles de la vida nos enseñan a valorar lo que realmente tiene valor. A los “amigos” de rumba no los llamaré más así, serán compañeros de rumba. Amigo, será aquel que se alegre conmigo en los momentos de júbilo y llore conmigo en los momentos de dolor; aquel que me ayude a salir de la fosa; aquel que no me juzgue y que me corrija con amor; aquel que sea leal. Claramente habrá reciprocidad. El norte no se perderá otra vez, la familia es lo más importante. Amén