Libertad vs Dogma

Reinaldo Arenas fue un escritor cubano que se suicidó en Nueva York en diciembre de 1990. Vivió la niñez y la adolescencia en la extrema pobreza bajo el yugo de la dictadura de Fulgencio Batista. Como muchos, se entusiasmó con la revolución castrista y llegó a defenderla. Pero la felicidad duró poco. Arenas reunía dos condiciones que Fidel Castro ha detestado: escritor y homosexual. Escritor de los de verdad, no de los que escriben odas a la revolución presionados por el mismo régimen o como contraprestación a los privilegios especiales que han recibido. Eso, finalmente, viene siendo propaganda y no literatura. Como Arenas escribía sin autocensura y fue publicado en el extranjero, se convirtió en uno de los tantos parias de la revolución cubana.
Los escritores de la cuba castrista han sido fusilados, encarcelados, torturados, obligados a retractarse de su obra, presionados a escribir a favor de la revolución, forzados a renunciar a su fertilidad literaria, condenados al ostracismo, entre otros vejámenes. Fidel sabe que a través de la libertad de expresión se desmoronan los autoritarismos.

Hay dos formas de mantener el poder: a través de la coerción y de la persuasión. Los regímenes dictatoriales eligen la primera. Los escritores se convierten en una amenaza latente. Por eso Fidel Castro tuvo que callarlos. Afortunadamente, no todo se perdió. Muchos manuscritos fueron sacados de Cuba y publicados. Esto ayudó a desenmascarar la verdadera naturaleza del régimen, que en sus inicios había despertado admiración en muchas partes del mundo.

La lectura en Cuba también se había convertido en una actividad peligrosa. Así como el Índice de libros prohibidos de la Iglesia Católica, el régimen de Fidel Castro vedaba la lectura de ciertas obras y acusaba a quienes lo hacían de contrarrevolucionarios. La acusación iba de la mano con años de prisión. Reinaldo Arenas vivía ávido por leer algo distinto a la prensa cubana, que en realidad era solo información oficial. Cuando la única fuente de información proviene de las instituciones del Estado, no es periodismo sino propaganda del gobierno.
Otra de las formas que utilizó Fidel Castro para mantenerse en el poder fue el miedo. Impregnó el ambiente de tanto miedo, cuenta Arenas, que hasta los más amigos terminaban delatándose. Siendo el miedo la emoción más fundamental, pues es apenas lógico que los totalitarios lo utilicen como instrumento de dominación. Lo mismo que hacen algunas iglesias, infundir el miedo al demonio para controlar a sus feligreses.

Todo lo anterior para ilustrar una idea que escribe Reinaldo Arenas en su autobiografía, Antes que anochezca, sobre el desarrollo de la sociedad: “Dos actitudes, dos personalidades, parecen siempre estar en contienda en nuestra historia: la de los incesantes rebeldes amantes de la libertad y, por tanto, de la creación y el experimento; y la de los oportunistas y demagogos, amantes siempre del poder y por lo tanto, practicantes del dogma y del crimen y de las ambiciones más mezquinas”.