De brujas, locas y necias

Colombia recibió hace poco una excelente noticia: el país tiene más mujeres que hombres en cargos directivos. Así lo reveló el informe “La mujer en la gestión empresarial” de la Organización Internacional del Trabajo. Aunque todavía falta camino por recorrer (la OIT calcula que faltan 80 años para que las mujeres logren trabajar en igualdad de condiciones que los hombres), es un gran logro pues hace menos de un siglo la mujer estaba sometida a la voluntad del hombre.

Hoy por hoy, hay una tendencia de las mujeres a desligarse del feminismo. Pese a defender su género con mucho brío, prefieren que no las llamen feministas, como si fuera una descalificación. El feminismo es un movimiento social y político que busca la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Como sucede con todo lo que incomoda, ha sido estigmatizado. A sus integrantes las llaman “brujas”, “peligrosas”, “locas”, “necias”, “revoltosas”, “comunistas”, etc.

Pero ha sido gracias a estas “brujas” y “revoltosas” que la mujer pudo conseguir el derecho al voto, a solicitar el divorcio, a tener una protección especial por parte del Estado, a acceder a un mayor nivel de educación, a tener el derecho de usufructuar sus propios bienes, a participar en política y hasta a opinar, entre otros.

Todos estos logros se obtuvieron a través de una difícil lucha social emprendida por mujeres (algunos hombres) valientes cuyo pensamiento crítico no se sometió al sistema. Entre esas personas estuvo la pintora Débora Arango, que en la primera mitad del siglo XX causó revuelo por atreverse (en condición de mujer) a pintar desnudos. Creyó firmemente que la mujer era dueña de sí misma y de su historia. El expresidente conservador Laureano Gómez calificó sus pinturas como “un atentado contra la moral ciudadana”. Los rechazos no la amedrentaron para concretar los tres aspectos centrales de su obra: expresión pagana, denuncia social y sátira política. En 2007 su obra fue titulada “Débora Arango: Revolucionaria del arte colombiano” en la 21 Feria Internacional del Libro de Guadalajara.

En Colombia la participación política de las mujeres es exigua: 9.8% de los alcaldes y 6.25% de los gobernadores (según datos de la Registraduría Nacional del Estado Civil). Muchos hombres y mujeres todavía creen que una mujer no es capaz de manejar este país. Las mujeres no han sido presidentas de Colombia no por falta de capacidades sino por creencias irracionales difundidas por el conservadurismo: “La mujer no ha nacido para gobernar la cosa pública y ser política”, decía José María Samper, constituyente de 1886.

Si usted cree que las mujeres deben tener los mismos derechos que los hombres, entonces usted es feminista. Asúmalo con orgullo. “Lo único realmente nuevo que podría intentarse para salvar la humanidad en el siglo XXI es que las mujeres asuman el manejo del mundo”,  dijo Gabriel García Márquez en 1992.

LO QUE ESPERABA Y LO QUE OBTUVE

¿Qué esperaba?

Que reflexionara sobre lo justo y lo injusto, más allá de sus propios intereses.

Que fuera humilde, reconociera su imperfección, aceptara sus errores y no se avergonzara de sus miedos.

Que no se hiciera el fuerte; todos somos vulnerables.

Que su proyecto de vida no girara en torno a la acumulación de riqueza.

Que no le rindiera culto al cuerpo, que no juzgara a los otros por cómo los veía.

Que no le hiciera caso a la publicidad; nos quiere inconformes.

Que no siguiera modas.

Que rechazara la uniformidad; que marcara una diferencia.

Que tuviera uno que otro vicio; desconfío de quien no los tiene.

Que llorara.  Que fuera sensible, pero contenido.

Que le huyera a la fanfarronería.

Que evitara la competencia.  Que hubiera superado la necesidad pueril de querer demostrar  todo el tiempo que se es mejor que el otro.

Que no creyera en libros sagrados, ni en verdades absolutas.

Que dudara de la maldad de quien dicen que es malo y de la bondad de quien dice que es santo; todos somos de todo en distintas proporciones.

Que  no tuviera ídolos; que no guardara devoción por nada, ni nadie.

Que escogiera la razón sobre la superstición.

Que le gustara estudiar; sin vanidad intelectual.

Que fuera inteligente; amar no es de torpes.

¿Qué obtuve?

Un amor que reprobó muchas de esas condiciones.

Amé hasta los tuétanos.

¿Por qué amaba? No tenía un porqué.

No hay razones para amar. Solo amé.

En mi nombre no

El mensaje que le dio Robi Damelin al ejército de Israel cuando le informaron de la muerte de su hijo David (27 años) a manos de un palestino fue sorprendente: “No maten a nadie en nombre de mi hijo”. Damelin es una activista de paz israelí que ha viajado por todo el mundo llevando un mensaje de reconciliación. Comprende que cualquier vida humana vale más que una revancha, que no hay retaliación que le pueda devolver a David. Está empeñada en no alimentar la espiral de violencia: a su hijo lo mató un palestino que cuando era un niño vio cómo mataban a su tío. Él cayó en la venganza, ella no. Se ha reunido con madres palestinas que han perdido sus hijos en esa guerra inútil. Tienen algo en común: comparten exactamente el mismo dolor.

Basam Aramin fue prisionero político en cárceles de Israel. Su hija Abir fue asesinada en un ataque del ejército Israelí en Palestina. Rami Elhanan es un ex oficial de las Fuerzas de Defensa de Israel que perdió a su hija Smadar en un acto de violencia perpetrado por palestinos. Los dos se conocieron hace algunos años y se comprendieron. Pagaron el precio más alto de la guerra, su dolor es el mismo, sus lágrimas son iguales. El acercamiento permitió que se reconocieran como seres humanos que sufrían de la misma manera.

Jo Berry perdió a su padre, el diputado conservador Anthony Berry, en el atentado del Gran Hotel de Brighton en 1984. La bomba fue estallada por el Ejército Republicano Irlandés (IRA) y tenía como fin acabar con la vida de la primera ministra británica, Margaret Thatcher. Berry no escogió el camino del odio y la venganza sino que comprometió su vida a conseguir la paz. Se reunió varias veces con Patrick Magee, el hombre que puso la bomba. Cuando este salió de prisión en 1999, fue la misma Berry quien lo buscó. De las conversaciones quien más aprendió fue Magee: comprendió que Jo Berry y su padre no eran enemigos con características luciferinas sino seres humanos, igual que él. Ambos han hablado públicamente sobre su experiencia y participan de seminarios internacionales sobre paz y reconciliación.

En el documental estadounidense Beyond right and wrong (Más allá del bien y del mal) se pueden encontrar más ejemplos de reconciliación como estos. La educación para la paz urge en Colombia y este tipo de material audiovisual resulta muy pertinente. Nuestra sociedad es revanchista y muchos no entienden que mantener la guerra solo logrará aumentar el número de víctimas. Los psiquiatras que participaron de las negociaciones de paz en Irlanda del Norte aducen que la principal razón por la cual la gente no quiere sentarse a hablar con los enemigos es por la falta de confianza. Lo que no saben es que la confianza es una consecuencia del diálogo y no un prerrequisito del mismo. La única manera de reparar en algo el daño es compartiendo experiencias y conociendo toda la verdad.