BELLO, ASÍ SIEMPRE ESTEMOS PELEANDO

Cierto. La belleza no es garantía de felicidad, pero la tuya debería serlo.  Debería ser suficiente para que no hagas nada. Nada más que ser feliz.  Sacándole la lengua a quienes te miren con envidia, así debes caminar. Yo con gusto apreciaría todo el espectáculo desde la orilla. Te aplaudiría.

Amo la belleza. La miro y me revuelco en la satisfacción. Un hombre, una mujer, un grupo, un animal, una pintura, un poema, una canción, una acción, tú, todo eso me regocija los sentidos. No solo es lo que veo a simple vista, va más allá; es abstracto, difícil de comprender, peor aún de explicar. Armonía, pura armonía o apariencia de ella. Se trata de sentirla, nada más. Intenta definirla y se escapa, pierde la gracia. Sin explicaciones.

Está en el ojo de quien la ve.  Jamás estaré en otros ojos, jamás podré verle de otra forma. Siempre bello, así es para mí. Sus debilidades, sus miedos, su rabias, sus manipulaciones, todo, todo hace parte del show. Me río por dentro, se ve divino. Mi abuela dice que solo Dios es divino. Pues es Dios, entonces. Hará parte de él. La totalidad manifestada en la parte.

Pero él se siente triste, apagado, cabizbajo;  recuperándose cada tanto de una decepción. Es caprichoso, igual a mí. Desempolva cada tanto las heridas de la memoria y lo tumban. Se sacude el resentimiento y cae en la desesperanza para luego volver a esperanzarse. No sabe ni lo que espera. De ilusión a desilusión, así sucesivamente va rodando por la vida.

Ánimo. Te quiero para siempre. Así siempre estemos peleando. Desde el 22 de octubre de 2010.

La guerra en Colombia nunca fue “exitosa”

A pesar de que es legítimo y legal que el Estado combata a la insurgencia (importantísimo para evitar que la guerrilla se tome el poder, para darnos seguridad en las carreteras y mantener el conflicto armado lejos de las ciudades), es una falta de ÉTICA decir que la guerra de Santos o Uribe es o fue “exitosa”. Explico:

CIFRAS DEL DESPLAZAMIENTO FORZADO EN COLOMBIA (UNIDAD DE VÍCTIMAS)

Cuatrienio 2006-2010 (gobierno Uribe): 1.457.846 desplazados
Cuatrienio 2010-2014 (gobierno Santos): 947.130 desplazados

Es una verdadera TRAGEDIA HUMANITARIA. Lo explico con un Ejemplo: las Farc asesinan vilmente en abril a 11 soldados en el Cauca. El Estado responde con bombardeos en Guapi (mueren 27 guerrilleros). Producto de esos bombardeos, 351 personas, integrantes de 88 familias, tuvieron que desplazarse al casco urbano del municipio.

Los desplazados llegan a las zonas urbanas marginadas o a los cordones de miseria de las grandes ciudades a vivir de la caridad, de la asistencia estatal, de la ayuda internacional (nada de esto es suficiente para atender la emergencia) y a quedar expuestos a la explotación laboral. Todo esto no hace más que agravar el conflicto social en Colombia: Aumenta la MISERIA.

Según el Centro de Vigilancia de Desplazados Internos de Noruega (IDMC), Colombia tiene para fines de 2014, 6,04 millones de desplazados internos, lo que equivale al 12% de la población total del país.

Conclusión: ya no se trata de GANAR, ni de PERDER la guerra, sino de PARARLA. Es un tema ÉTICO y HUMANITARIO.
¡Lleguen a un ACUERDO por favor!

Reacción al informe de HRW por falsos positivos en Colombia

La guerrilla NO es el ejército del pueblo, es el ejército de un dogma comunista irracional que asesina al pueblo y que ha bloqueado el CAMBIO SOCIAL en Colombia. Ellos son los MALOS. Pero darse uno cuenta de que MI Estado (NUESTRO Estado, con el que los ciudadanos hacemos un pacto social, nos sometemos a sus leyes y le pagamos impuestos) también es ASESINO, duele profundamente. Este informe de Human Rights Watch (HRW) confirma lo que ya sabíamos: las 3500 ejecuciones extrajudiciales no fueron perpetradas por unas manzanas podridas sino que eran política de Estado. Celebramos detrás de un televisor la muerte de 3500 “guerrilleros dados de baja” por el Ejército Nacional cuando en realidad eran personas disfrazadas de guerrilleros que eran asesinadas para obtener recompensas y para mostrar resultados; todo producto de un sistema de recompensas perverso e inhumano, que en la última campaña presidencial prometían volver a implementar. ¡HÁGAME EL FAVOR! DUELE que la inteligencia del Estado (DAS) haya sido entregada al paramilitarismo para chuzar, perseguir y realizar montajes a periodistas, miembros de la oposición, magistrados y defensores de derechos humanos. Pero es peor aún, el DAS ASESINÓ (revisar caso del profesor Alfredo Correa de Andreis, crimen que ya fue reconocido y por el que ya hay condena). Yo por eso sin temor a equivocarme digo que los gobiernos de ÁLVARO URIBE VÉLEZ fueron CRIMINALES, pero además fueron gobiernos en los que JUAN MANUEL SANTOS fue CÓMPLICE. ¡QUÉ DOLOR! Me solidarizo con TODAS las víctimas de esta guerra, con las víctimas de todos los actores armados, legales e ilegales. Una guerra que no es del pueblo COLOMBIANO sino de unas ÉLITES POLÍTICAS y una INSURGENCIA asesina y bruta. ¡QUÉ HORROR!

“Pobre porque quiere”

Estuve por creerle a unos amigos (casi todos afines a la extrema derecha) que “el que es pobre es porque quiere”. Es decir, por falta de esfuerzo, por pereza, por inacción. Era tal la convicción con que proferían dicha idea, que me sentí apabullado por la maestría con que comparaban sus grandes esfuerzos y virtudes con la pequeñez de los esfuerzos y virtudes de quienes no les llegan ni a los talones, en bienes. Con argumentos de ejemplificación sustentaron su idea: que fulanito era pobre, pero se ganó una beca, estudió y se superó; que sutanito empezó repartiendo prensa y ahora es dueño de un periódico; que el papá de un amigo de un amigo entró como celador a una empresa y ahora es gerente; que querer es poder.

Estuve a punto de no volver a hablar de la desigualdad del país, ni de la falta de oportunidades, cuando de repente, por obra y gracia del cielo, sale a mi rescate un texto de la periodista Sara Malagón Llano (“La otra vuelta del sombrero vueltiao” en El Espectador) en el que describe la situación de miseria de los artesanos (indígenas y campesinos) que hacen los sombreros vueltiaos cuyos ingresos diarios no superan los dos mil pesos. Y no es por falta de acción: trabajan, trabajan y trabajan. No hay lugar para la pereza, pues no comerían. Es cuestión de supervivencia. Ni siquiera los esfuerzos del gobierno nacional por insertarlos en el mercado formal los ha librado de la explotación. De manera, pues, que el argumento de la falta de esfuerzo dejó de parecerme una verdad absoluta. Seguí investigando y encontré que hay más casos, muchos, que requieren de la intervención del Estado; no solo en el campo o zonas urbanas marginadas, sino también en los cordones de miseria de las grandes ciudades.

Decir que el que es pobre es porque quiere es desconocer que el sistema económico es una competencia donde no solo existe el juego sucio, sino donde además las personas no compiten en igualdad de condiciones. Ni la línea de partida es igual para todo el mundo, ni la ruta es igual de allanada: hay diferencias sociales y naturales. Hay talentos subvalorados; pasa lo mismo con los oficios y profesiones. Por tradición, hay quehaceres mejor remunerados que otros y nada tienen que ver con el esfuerzo. Por lo tanto, la promesa de “a mayor esfuerzo mayor recompensa” tampoco es una verdad absoluta.

Coincido con Bertrand Russell en que es “de la mayor importancia buscar formas de acercarse a la igualdad económica por medio del mejoramiento de la situación de las zonas menos afortunadas del mundo, no solamente porque existe mucha infelicidad que aliviar, sino también porque el mundo no gozará de estabilidad ni seguridad contra las grandes guerras mientras persistan las desigualdades tan notorias”.

Adenda. Las opiniones son para sumar y no para imponer. No me manden a vivir a Cuba o a Venezuela porque no soy paladín de sus modelos económicos ni políticos. Prefiero que me manden a estudiar a Noruega, Suecia, Islandia, Dinamarca, Nueva Zelanda, Suiza o Australia, las mejores democracias. Gracias.

¿Qué hacemos?

Yo suelo ser mesurado a la hora de opinar sobre el conflicto armado en Colombia y su proceso de paz; por no incendiar, por miedo a no aportar, por miedo a restar. Pero anoche me adormecí y hoy amanecí especialmente sensible y pensativo: Si se negocia en medio del conflicto, se corre el riesgo de que cada acto de guerra mande al garete la posibilidad de llegar a un acuerdo; si se negocia con un alto al fuego, se corre el riesgo de que la guerrilla aproveche para armarse hasta los dientes y nos devore; si seguimos en esta guerra, el campo jamás podrá salir de la miseria, jamás se resolverá el problema de la disputa por la tierra, ni de la exclusión política; si se escoge la guerra que proponen los otros, pues se escoge la guerra del sistema de recompensas, de los miles de falsos positivos, la guerra que vinculaba injustamente a toda lucha social con la insurgencia, la guerra de la paramilitarización del Das, de las persecuciones, de las chuzadas, de los montajes, del crecimiento del desplazamiento forzado, etc. ¿QUÉ HACEMOS? ¿será que toca seguir con nuestras vidas y sentarnos a esperar a que esta guerra tenga un ganador y un perdedor? Pero, ¿qué tal que pasen otros 50 años y no haya ganador? ¿Qué tal que ya todos, como sociedad, seamos perdedores? ¿Qué tal que no se trate de ganarla, ni de perderla, sino de pararla? ¿Alguien conoce las posibilidades reales de que el conflicto armado se acabe por la vía militar? Con la existencia de las guerrillas no habrá la más mínima posibilidad de desbloquear el CAMBIO SOCIAL en el país. Entonces, yo me pregunto: ¿Qué podemos hacer ante un panorama tan sombrío?

Por favor, si va a comentar esta entrada, hágalo desde el respeto, despójese de odios, cultos y colores políticos. Intentemos aportar desde la razón y sin pelear.

Elogio de la bendecida

Ella es su larga y frondosa cabellera; su cintura de avispa; sus dientes blancos y perfectos, sin ningún desnivel; unos pechos grandes insuflados de orgullo; unas nalgas inflamadas de fantasía y una voz dulce, meliflua, frágil, de ángel desentonado.

Ella sabe para donde va. No duda. Cada paso es calculado. La universidad le sirve de fachada. El cartón, para que no la llamen bruta. Es como una sanguijuela, sonrisita va, sonrisita viene, obtiene lo que quiere. Sus compañeros estudian por ella.  No aspira a trabajar, no de esa manera.  Su labor será asechar un macho, un proveedor, que la ponga a vivir como se lo merece. Es una bendecida,  da gracias a Dios todos los días. Juega por punta y punta, va a la iglesia y baja a los sótanos del inframundo a contemplar el arte de la brujería. No se percata de la contradicción. Quizás comprendió que no existe tal. Todo sea por asegurar, por asegurarlo, por asegurarse.

Se alimenta saludablemente, revisa las etiquetas de cada producto, es fanática de la comida orgánica,  come semillas y frutos secos, evade los alimentos procesados y prepara bebidas de frutas y verduras. Se toma un batido antes de ir al gimnasio y otro después. Su cita allí es ineludible. Sus compañeros de universidad saben que deben ajustar sus horarios al de ella, pues ni por un trabajo en grupo se cancela el ejercicio. Primero lo primero. Si le preguntan, no es por vanidad sino por salud que hace todo esto. Su cuerpo es su templo y hay que cuidarlo. Se ama a sí misma, sus redes sociales dan fe de ello. Cuando la ofenden saca sus mejores argumentos: “al menos no soy gorda” o “al menos me recogen en carro” o “jamás tendrás este cuerpo”. Sus atributos físicos son fuertes argumentos y no duda en esgrimirlos con orgullo. Las demás caen desplomadas ante la contundencia del ataque. Certero.

Ella adora los accesorios, desea convertirse en uno. Ser un accesorio más de los que él ya tiene:  gafas, carros, relojes,  hectáreas de tierra, caballos de paso fino y un número  considerable de subordinados. Ella estará ahí para darle poder, como todo lo demás, para conferirle virilidad. Ella, por su parte, deberá cumplir con su cuota: mantenerse siempre en forma. Una dura tarea.

Ella está dispuesta a todo,  será la constatación de las bondades del sistema: a mayor esfuerzo, mayor recompensa. Porque sí que le ha costado, sí que ha tenido disciplina, sí que le ha tocado lidiar con envidias. Se lo merece.  Solo queda esperar a que sus esfuerzos rindan frutos.  Queda seguir navegando por las tórridas aguas superficiales, plagadas de pirañas que no le hacen daño. Ella es una de las escogidas, de las afortunadas, ella es, sin lugar a dudas, como lo manifiestan sus pies de foto, una BENDECIDA.

El inútil combate

Diego es homosexual y tiene más de 40 años. Salió del closet a los 30. Antes de eso tuvo novias y dedicaba miradas libidinosas (falsas, por supuesto) a toda mujer voluptuosa que le pasaba por el frente. Era un experto fingidor. Se negaba a sí mismo a través de un discurso machista (el enclosetado suele ser homofóbico) y hacía lo que estuviera en sus manos para ejecutar acciones que reforzaran su virilidad. Pero lo cierto, me cuenta, es que internamente vivía un calvario. Su deseo sexual era como una hidra, cada vez que le amputaba una cabeza, le crecían dos. Era una lucha perdida, estaba completamente dominado.

Ese deseo, que parece fortalecerse con la represión, provocó que Diego hiciera lo que nunca hizo una vez fuera del closet: visitar saunas, turcos y jacuzzis gays, pagar masajistas con servicios extras, participar de orgías, asistir a video rooms (salas donde proyectan porno gay), etc. Claramente, los remordimientos al otro día eran de muerte. Se sentía el ser más desdichado y se prometía a sí mismo que iba a cambiar. Salir del closet no era una opción. Era mucho más fácil seguir fingiendo. El closet se convierte para muchos en zona de confort y asumir una falsa sexualidad es un estado que ha sido normalizado, no conocen otro.

Diego me contó todo esto después de que discutiéramos sobre un libro que le había recomendado: Alexis y el tratado del inútil combate (1929). Esta fue la primera novela de Marguerite Yourcenar y causó polémica por razones evidentes: es la extensa carta de un hombre (Alexis) a su esposa (Mónica) en la que le confiesa su homosexualidad y todo el suplicio que ha vivido tratando de reprimirlo y de cambiarlo. Alexis es la representación literaria de la lucha interna que libran muchos homosexuales; Diego se sintió plenamente identificado.

En los periodos de tiempo en que Alexis no cometía ningún acto “reprochable” (contacto sexual con otro hombre), las obsesiones se apoderaban de él, las más bajas, como el suicidio. Su alma se endurecía y su intolerancia se elevaba al máximo nivel: “No perdonaba al prójimo ni la más pequeña transgresión”. Se casó porque pensaba que su “estado” se le iba a pasar y que una joven muy dulce terminaría por enseñarle a amarla. Pero una vez casado las cosas empeoraron y Mónica no logró darle la serenidad que él tanto anhelaba conseguir. El siguiente paso fue tener un hijo: “El nacimiento de Daniel no consiguió acercarnos: nos había decepcionado tanto como el amor”.

Alexis cuenta en su carta que tuvo una gran revelación de la belleza del mundo: “Lloré de que la vida fuera tan sencilla y tan fácil si nosotros lo fuéramos lo bastante para aceptarla tal como es”. Había hallado la respuesta: la aceptación. Lo mismo le había ocurrido a Diego, a quien el acatamiento de sus impulsos le procuró serenidad. Los dos (el personaje literario y el real) habían negado sus instintos y se habían confinado en un closet a librar el más inútil de los combates.