Cierto. La belleza no es garantía de felicidad, pero la tuya debería serlo. Debería ser suficiente para que no hagas nada. Nada más que ser feliz. Sacándole la lengua a quienes te miren con envidia, así debes caminar. Yo con gusto apreciaría todo el espectáculo desde la orilla. Te aplaudiría.
Amo la belleza. La miro y me revuelco en la satisfacción. Un hombre, una mujer, un grupo, un animal, una pintura, un poema, una canción, una acción, tú, todo eso me regocija los sentidos. No solo es lo que veo a simple vista, va más allá; es abstracto, difícil de comprender, peor aún de explicar. Armonía, pura armonía o apariencia de ella. Se trata de sentirla, nada más. Intenta definirla y se escapa, pierde la gracia. Sin explicaciones.
Está en el ojo de quien la ve. Jamás estaré en otros ojos, jamás podré verle de otra forma. Siempre bello, así es para mí. Sus debilidades, sus miedos, su rabias, sus manipulaciones, todo, todo hace parte del show. Me río por dentro, se ve divino. Mi abuela dice que solo Dios es divino. Pues es Dios, entonces. Hará parte de él. La totalidad manifestada en la parte.
Pero él se siente triste, apagado, cabizbajo; recuperándose cada tanto de una decepción. Es caprichoso, igual a mí. Desempolva cada tanto las heridas de la memoria y lo tumban. Se sacude el resentimiento y cae en la desesperanza para luego volver a esperanzarse. No sabe ni lo que espera. De ilusión a desilusión, así sucesivamente va rodando por la vida.
Ánimo. Te quiero para siempre. Así siempre estemos peleando. Desde el 22 de octubre de 2010.