Ninguna norma moral es de aplicación absoluta

La norma moral nos manda a no arreglar los conflictos por la fuerza. Sin embargo, ninguna normal moral es de aplicación absoluta. Puede darse el caso, porque la vida está llena de contingencias, en que aplicar la norma moral sea provocar una injusticia mayor. Por ejemplo, la norma nos dice “NO MATAR”, pero hay ocasiones en las que puede llegar a ser legítimo matar: por ejemplo, en defensa propia. La norma nos dice que no debemos desobedecer las leyes; sin embargo, puede llegar a ser legítimo desobedecer las leyes: 1) ante una ley que me obligue a actuar en contra de mi conciencia; 2) como acto de desobediencia civil o 3) cuando lo hago para evitar un mal mayor: por ejemplo, podría ser legítimo que yo violara la propiedad privada de alguien en un momento de emergencia, en medio de un incendio, y para salvar mi vida. Si las posibilidades de que el uso de la fuerza cause un mal mayor son reales, entonces abstenerse del uso de la fuerza será lo más prudente. Pero no me parece inmoral contemplar la opción del uso de la fuerza para resolver una situación excesivamente injusta, iliberal, antidemocrática y dramática.

La sagacidad de Viviane Morales

Si la mayoría de la población colombiana rechaza los derechos Lgbti, ¿Por qué no es democrático quitárselos?

Para empezar a contestar esta pregunta, primero, hay que aclarar que democracia es una abreviación de liberal-democracia, democracia liberal, democracia moderna o democracia constitucional. Nuestras democracias (las liberales) están inspiradas en el principio de mayoría moderada, relativa o limitada, no en el principio de mayoría absoluta. Este último es el principio propio de la democracia antigua, también conocida como democracia ateniense. El principio de mayoría absoluta provoca una tiranía de la mayoría que arruina el sistema político. Esta fue la causa de la caída de la democracia antigua; por eso, no sobrevivió más de 150 años. La democracia antigua perece en una lucha de clases, pobres contra ricos.

Para Aristóteles, la democracia era una degradación de la politeia (gobierno de muchos), donde el demos (pueblo) no gobierna en función del interés público, sino del interés de los pobres contra los ricos, porque los pobres eran mayores en número. Cuando la democracia revive, a mediados del siglo XIX, lo hace en un contexto liberal; por eso, las nuestras son liberal-democracias, democracias liberales, modernas o constitucionales. Si son liberales, entonces sus mandamientos son los derechos humanos. Esto quiere decir que ni siquiera el principio de la mayoría puede vulnerar los derechos de las minorías. Por eso, se dice que su aplicación es relativa, no absoluta. La liberal-democracia nos protege del poder absoluto de quien gobierna o legisla. Incluso, nos protege del poder absoluto del pueblo. Eliminar derechos de minorías no es, ni será nunca, una acción democrática; por lo menos, no democrática a nuestro estilo, al estilo liberal, moderno o constitucional.

Todo esto lo menciono porque lo leí recientemente en dos libros de Giovanni Sartori sobre democracia: ¿Qué es la democracia? y La democracia en 30 lecciones, y no pude evitar preguntarme si estos conocimientos, tan básicos, eran ignorados por la señora Viviane Morales cuando propuso su referendo, el que pretendía evitar que las parejas homosexuales y los solteros pudieran adoptar. Me atrevo a afirmar que ella, con tantos conocimientos en derecho público, actuó movida por cálculos políticos; pues, de antemano, sabía que su referendo era inconstitucional. Es decir, a pesar de que sabía que su referendo nunca saldría avante, montó todo el show, recogió firmas, mojó prensa, se candidatizó a la presidencia e hizo alianzas maquiavélicas, para terminar de embajadora en Francia. Sagaz.