Su repentina bisexualidad

Tengo una amiga a la que la bisexualidad le llegó, así, de repente. Tiene más de treinta años y siempre le habían gustado los hombres. Tuvo novios, amantes, parejas estables y hasta convivió en unión libre con uno de ellos. Se sintió satisfecha sexualmente, algo que podría ser complicado en una mujer que, como ella, tiene un apetito sexual casi voraz.

Jamás había pensado en una mujer con deseo hasta que un día, súbitamente, soñó con una. Los sueños eróticos se hicieron repetitivos pero no les prestaba mayor atención en un principio. Incluso llegó a soñar que sostenía relaciones sexuales con sus amigas de toda la vida, algo que la aterraba al despertar. Un día se vio a sí misma dedicando miradas libidinosas a mujeres en la calle. Fue ahí en ese momento en que supo que algo estaba pasando con su sexualidad. Se aceptó a sí misma que quizás le estaban gustando las mujeres. Pero tenía que probarlo. Ella no ha sido una mujer proclive a reprimir sus deseos, entonces no le fue tan difícil encontrar la oportunidad de volver realidad lo que venía soñando. Para su sorpresa, le encantó. Lo repitió y le encantó.

Cuando me contó lo que le venía pasando pensé que quizás le habrían gustado las mujeres toda la vida, pero se lo había negado a sí misma. Pero ella asegura que fue apenas ahora y que no tiene un porqué. A mí se me dificultaba creer eso porque los únicos bisexuales que conozco eran hombres que no lo eran en realidad, sino que tenían dificultades para asumirse como gays. Al parecer es más fácil decirse bisexual que homosexual. Esto no quiere decir que no crea en la bisexualidad de los hombres, solo que no conozco el primero. Pero, de todas maneras, decidí darle crédito a su historia porque había escuchado la famosa frase de que “las mujeres son muy bisexuales”.

Y de verdad ella es muy bisexual. Le siguen gustando los hombres igual que las mujeres. Si le pregunto cuál sexo le atrae más no sabe qué responder. Considera que podría estar satisfecha sexual y sentimentalmente con un hombre o con una mujer. Hace poco tuvo una experiencia sexual con una joven que tenía novio y que hasta ese momento jamás había estado con alguien de su mismo sexo. Y mi amiga no la engatusó, como pensarían muchos moralistas, sino que se leyeron el deseo en la mirada. No hubo persuasión, ya estaban convencidas.

Ahora nos preguntamos si quizás no habrán muchas mujeres por ahí transitando por la vida con deseos sexuales poco heteronormativos. Con la poca experiencia que tiene mi amiga, está convencida de que está lejos de ser la única. Yo me ratifico en que la sexualidad es tan compleja como la condición humana y que es casi imposible definirla. Y no porque esté por fuera del canon significa que sea anormal o antinatural.

Entre más conozco, menos juzgo.

Fingir

Fingió. Le fingió  a sus papás, amigos, compañeros de trabajo, superiores y subordinados.

Fingió ante una cámara, ante un micrófono, ante la iglesia, ante sus colegas, ante sus amantes y congéneres. Fingió con su actitud y su apariencia. Fingió con su sonrisa. Fingió consigo mismo. Fingió amor, tristeza, ira y compasión.

También fingió comprensión. Fingió lágrimas. Fingió que era feliz y que era bueno. Incluso fingió que era malo.Un día se cansó de tanto fingir y dejó de hacerlo. Se despojó de todas las máscaras y se mostró tal y como era; se comportó justo como quería hacerlo en cada momento; dijo todo lo que quiso decir; le dio rienda suelta a sus emociones; fue honesto y fue crudo.

Sus familiares y amigos huyeron. Nadie quiso verlo desnudo; sin máscaras. Comprendió que debía usarlas y no sentirse culpable por ello. Todos lo hacen; es supervivencia básica. Volvió a ponérselas y recuperó a los perdidos. Jamás sale de casa sin ellas. Afortunadamente son invisibles; no falta quien las note. Tiene un talento especial para verlas en los demás, pero finge no hacerlo. Detecta el fingimiento como un tiburón el aroma de la sangre. Guarda silencio. Finge. Sonríe para sí mismo y asiente: todos somos fingidores.

Se hizo necesario, en beneficio propio, mostrarse distinto de lo que se era en realidad”, escribió Jean Jacques Rousseau en El origen de la desigualdad entre los hombres.

Más fingimiento; más apariencia:

Hemos construido un sistema que nos persuade a gastar dinero que no tenemos en cosas que no necesitamos para crear impresiones que no durarán en personas que no nos importan“, dijo el periodista canadiense Emilie Henry Gauvreay.

Pregunto: ¿Cada máscara que usamos incluye un paquete distinto de principios o los principios son únicos e innegociables? ¿Las máscaras varían en forma, en fondo o en ambas?