Una de las muchas razones por las que yo sueño con un país sin guerrillas es por ver una extrema derecha sin votos. Para que no se me acuse de guerrillero aclaro: deseo ver una extrema izquierda desarmada y organizada en un partido político en el que nadie crea y por el que nadie vote. Pero da felicidad pensar que sin “la Far”, sin insurgencia, el discurso de esa derecha dejaría de seducir. Al menos no tanto.
Muchos ciudadanos, que no son de ideología conservadora, terminan votando por el uribismo por físico terror a las guerrillas, algo que puedo comprender. Sobre todo porque ese sector político se autoproclama como el único capaz de combatir a la insurgencia a través de la fuerza. Ellos se dedican a infundir miedo por todos los medios y relacionan a sus opositores y a la lucha social, legítima y justificada, con las guerrillas. Para que no se me señale de andar soltando acusaciones al aire y sin fundamento, pondré tres ejemplos ocurridos en un solo mes: junio.
El 2 de junio la senadora Paloma Valencia, uribista, nieta de expresidente, escribe en su cuenta de twitter: “Me cuentan desde el Tolima que las Farc están presionando a la ciudadanía para obligarlos a marchar en contra de la Colosa Marcha Carnaval”. Es decir, relacionó a la VII Gran Marcha Carnaval, organizada por los ambientalistas tolimenses, opositores del proyecto minero La Colosa de la multinacional AngloGold Ashanti, con las Farc. Sin revelar la fuente, sin mostrar evidencia y con un irresponsable “me cuentan”, impropio de una senadora, lanza semejantes acusaciones que, además, pone en peligro la vida de los líderes ambientalistas. La Policía Metropolitana de Ibagué desmintió esa versión y yo, que fui a la Gran Marcha Carnaval a realizar un trabajo periodístico, no encontré más que movimientos sociales, estudiantiles, indígenas, campesinos y sociedad civil marchando por el medio ambiente y por la conservación de sus territorios. Posteriormente me doy cuenta de que AngloGold Ashanti fue una de las grandes financiadoras del Centro Democrático en su campaña al Congreso. De razón, ya todo tiene más sentido.
Días después, otro paladín del uribismo, Fernando Londoño, acusó a Enrique Santos Calderón de estar involucrado en el atentado que le hicieron las Farc el 15 de mayo de 2012. Hasta el escritor Plinio Apuleyo Mendoza, afín a la extrema derecha, reconoce que se le fue la mano a Londoño y escribe: “Puede uno tener discrepancias políticas e ideológicas con Enrique, pero yo, que lo conozco de mucho tiempo atrás, sé que es incapaz de auspiciar un crimen”.
Termino: el autodenominado concejal de la familia, Marco Fidel Ramírez, escribe el 21 de junio en su cuenta de twitter: “Macabra alianza entre Farc, Eln, izquierda y Lgbt, busca destruir la vida, la familia y el futuro del pueblo colombiano”. Ya hasta los LGBTI resultaron ser auxiliadores de la guerrilla. ¡Hágame el favor! Dos días después rectifica y afirma que utilizó erradamente la expresión “macabra alianza”.