La discriminación contra los consumidores de cannabis

¿Por qué los consumidores de cannabis no reciben el mismo tratamiento por parte de la ley que los consumidores de bebidas alcohólicas? ¿Por qué el consumidor de bebidas alcohólicas puede comprar su droga en establecimientos legales, pero el consumidor de cannabis no? ¿Cuál es la razón que justifica dicha discriminación? ¿Por qué la ley otorga un tratamiento más desfavorable al consumidor de cannabis que al consumidor de bebidas alcohólicas? ¿Acaso las bebidas alcohólicas no son drogas? ¿Acaso las bebidas alcohólicas no producen adicción? ¿Acaso no son nocivas para la salud? ¿Acaso no generan problemas de convivencia?

 

En una democracia, cada ciudadano tiene derecho a decidir cómo quiere vivir su vida. Cada uno de los ciudadanos puede asumir su propia concepción del bien. Este es precisamente el significado del pluralismo, que es uno de los valores últimos de la democracia, y que consiste en pensar que sí es posible que las distintas concepciones del bien, las distintas formas de ser, pensar y sentir, convivan pacíficamente en un orden político y social. El sistema democrático no propone un Estado paternalista que le diga a los individuos qué es lo bueno y qué es lo malo, en qué pueden creer y en qué no, cuál es el sentido de la vida, cómo deben sentir, cómo tienen que pensar, cuáles tienen que ser sus gustos, etc. Por supuesto, hay límites a la hora de definir la propia concepción del bien. La libertad es, y siempre ha sido, la libertad en la ley (la libertad sin ley no es libertad, sino libertinaje).

 

Pero ¿cuál es ese límite? El límite es el derecho que tiene el otro a su propia concepción del bien. Si una concepción del bien no permite que existan otras concepciones del bien, entonces está siendo no razonable (contraria al pluralismo). Les pongo un ejemplo: si la religión A sostuviera que los miembros de otras religiones deben ser exterminados, entonces la religión A sería una concepción del bien no razonable, porque perjudicaría la convivencia pacífica entre las distintas concepciones del bien. No podríamos, en nombre de la libertad de cultos, permitir que los miembros de la religión A violen el derecho a la vida de los miembros de otras religiones. Si una persona, por ejemplo, cree que se conecta con Dios cuando fuma cannabis (las hay, y son muchas), y no interfiere con las libertades y derechos de los demás, no habrían razones, en un sistema democrático, para prohibirle que lo haga, pues se le estaría violando un derecho fundamental: la libertad de cultos. Si un sacerdote puede comprar vino de consagrar en un establecimiento legal, para consumir durante su ritual, ¿por qué no podría hacer lo mismo, pero con su respectiva droga, quien se conecta con Dios a través del consumo de cannabis?

 

Si una persona quiere divertirse consumiendo cannabis o bebidas alcohólicas, y no está interfiriendo con las libertades y derechos de los demás, no hay razones suficientes, en una democracia, para prohibírselo. Hay personas que desarrollan una vida productiva y feliz, que le aportan con su oficio o profesión a la sociedad, que respetan los derechos de los demás, y que consumen cannabis o bebidas alcohólicas. La realidad nos dice que no todo consumo de drogas es problemático. Esto no quiere decir que la democracia no permita ponerle restricciones al consumo de drogas. Por ejemplo, es legítimo que haya una ley que, en aras de procurar el orden público, prohíba temporalmente la venta de bebidas alcohólicas, como la famosa Ley seca previa a elecciones. También es legítimo que la ley prohíba la venta de bebidas alcohólicas a menores de edad. Asimismo, es legítimo que desde el Estado se realicen campañas para prevenir el consumo de drogas. Lo que no es legítimo, en una democracia, es que la ley otorgue un tratamiento desigual a un grupo de personas en razón de una preferencia en particular, sin una debida justificación. ¿Por qué quienes prefieren consumir bebidas alcohólicas reciben un tratamiento más favorable por parte de la ley que quienes prefieren consumir cannabis? ¿Qué diferencia hay entre una preferencia y la otra? ¿Qué diferencia hay entre quienes consumen bebidas alcohólicas y quienes consumen cannabis que justifique que unos puedan comprar su droga en un establecimiento legal; y otros, no?

 

El ideal de igualdad social (la misma estima para todos) que propone el sistema democrático se ve afectado negativamente con la prohibición de la venta de cannabis, pues implícitamente se le está enviando un mensaje a la sociedad de que unos, por su preferencia, son inferiores a los otros. Por eso, no es de extrañar que la gente todavía crea que el “marihuanero” es “malo” o “peligroso” por definición. Por eso, no es de extrañar que haya gente que considere legítimo que se mate a los consumidores de cannabis, en aras de “limpiar” la sociedad (las famosas “limpiezas sociales” perpetradas por grupos armados ilegales de extrema derecha). Por eso, tampoco es de extrañar que a muchos colombianos no les produzca horror las ejecuciones extrajudiciales perpetradas por el ejército de Colombia, durante la presidencia de Álvaro Uribe, dizque porque “no mataron gente de bien, sino marihuaneros”.

 

Nota: el consumo problemático de drogas es un problema de salud pública, y como tal debe ser tratado. Prohibir las drogas no ha sido efectivo para detener el consumo; pero, además, genera una guerra muy costosa en dinero y en sangre. Por si fuera poco, dicha prohibición ha servido para que todos los grupos armados ilegales se financien. Como si no fuera suficiente, el narcotráfico acentuó nuestros antivalores; ergo, nos terminó de corromper la política. Y para rematar, esa economía ilegal nos daña la competencia económica; pues, para lavar el dinero, los narcotraficantes abren negocios, donde venden productos por debajo del precio del mercado.