¿Desconcentrar la tierra improductiva es socialismo?

En Colombia, todo aquel que propone desconcentrar la tierra improductiva, para ponerla a trabajar, es tachado automáticamente de “extrema izquierda”, “socialista”, “guerrillero” o “comunista”, pero nunca de “liberal”. Sin embargo, al revisar el concepto de propiedad en John Locke[i], esta intención de desconcentrar la tierra improductiva, para ponerla a trabajar, parece liberal.

 

A primera vista, esta afirmación parece un despropósito, pues el liberalismo le ha otorgado desde siempre una importancia capital a la propiedad privada. De hecho, en el Segundo tratado sobre el gobierno civil, Locke afirma que el poder político es el derecho a dictar leyes con el fin de regular y preservar la propiedad (aunque por propiedad entiende no solamente las posesiones privadas, sino la vida y la libertad). Esto quiere decir que es la necesidad de proteger la propiedad (vida, libertad y posesiones privadas) la que da origen a que los seres humanos se asocien políticamente o abandonen el estado de naturaleza. El estado de naturaleza es el estado en el que estarían naturalmente los seres humanos si no hubiese autoridad o poder político. En el estado de naturaleza de Locke, los individuos son todos iguales entre sí, y se encuentran en un estado de perfecta libertad, gobernados por la ley de la naturaleza (la razón), que les permite hacer lo que les plazca, siempre y cuando no dañen a los demás. La ley de la naturaleza manda a los individuos a no dañar la vida, la libertad o las posesiones privadas del prójimo (derechos naturales). Pero ¿qué pasa cuando ocurre alguna violación de los derechos naturales? Según Locke, cada persona tiene el derecho de castigar la transgresión de la ley de la naturaleza (justicia privada), con el fin de obtener retribución y de disuadir sobre futuras violaciones. Sin embargo, afirma, es evidente que ser juez de la propia causa puede generar excesos a la hora de aplicar el castigo (venganza); por lo tanto, y en aras de evitar los inconvenientes de la justicia privada, los seres humanos se asocian políticamente, y establecen una autoridad que se encarga de castigar las transgresiones a la propiedad: vida, libertad y posesiones privadas.

 

En Locke, las posesiones privadas son un derecho natural porque están dadas por el trabajo. A cada persona le corresponde el fruto de su trabajo:

 

Aunque la tierra y todas las criaturas inferiores pertenecen en común a todos los hombres, cada hombre tiene, sin embargo, una propiedad que pertenece a su propia persona; y a esa propiedad nadie tiene derecho, excepto él mismo. El trabajo de su cuerpo y la labor producida por sus manos podemos decir que son suyos. Cualquier cosa que él saca del estado en que la naturaleza la produjo y la dejó, y la modifica con su labor y añade a ella algo que es de sí mismo, es, por consiguiente, propiedad suya (Locke, 2006, pp. 34).

 

Desde esta perspectiva, la propiedad privada representa el trabajo de las personas; es decir, el tiempo de vida que gastaron trabajando para obtener dicha propiedad. Vista de esta manera, y teniendo en cuenta que Locke no conoció la propiedad productiva del capitalismo industrial[ii], tiene sentido que la propiedad privada sea, para él, un derecho natural.

 

Si el trabajo es el que define la propiedad, entonces la tierra es de quien la trabaja. “Toda porción de tierra que un hombre labre, plante, mejore, cultive y haga que produzca frutos para su uso será propiedad suya” (Locke, 2006, pp. 38). Esta concepción de la propiedad no permite la excesiva concentración de la tierra en pocas manos (como ocurre en Colombia), porque nadie podría poseer más de lo que es capaz de trabajar. “(…) esa misma regla de la propiedad, a saber, que cada hombre solo debe posesionarse de aquello que le es posible usar, puede seguir aplicándose en el mundo sin perjuicio para nadie (…) (Locke, 2006, pp. 42)”.

 

Para el padre del liberalismo clásico, no tendría sentido que Colombia tuviera diez millones de hectáreas de tierra cultivable sin producir, en manos de latifundistas, mientras millones de personas no logran satisfacer sus necesidades básicas.

 

No puede haber demostración más clara de esto que digo que lo que vemos en varias naciones de América, las cuales son ricas en tierra y pobres en lo que se refiere a todas las comodidades de la vida; naciones a las que la naturaleza ha otorgado, tan generosamente como a otros pueblos, todos los materiales necesarios para la abundancia: suelo fértil, apto para producir en grandes cantidades todo lo que pueda servir de alimento, vestido y bienestar; y, sin embargo, por falta de mejorar esas tierras mediante el trabajo, esas naciones ni siquiera disfrutan de una centésima parte de las comodidades que nosotros disfrutamos (Locke, 2006, pp. 47).

 

En Locke, el valor de los bienes está dado principalmente por la cantidad de trabajo involucrada en su producción, recolección, comercialización, etc. Es el trabajo, por ejemplo, lo que le da valor a la tierra: “Es, pues, el trabajo lo que pone en la tierra gran parte de su valor; sin trabajo, la tierra apenas vale nada” (Locke, 2006, pp. 48). Es decir, desde esta perspectiva, las diez millones de hectáreas de tierra cultivable que están sin trabajar en Colombia tendrían poco valor, pues no hay nadie trabajándolas, a pesar de que hay manos disponibles para hacerlo.

 

John Locke consideraba que la razón era un don de Dios, para que los seres humanos mejoraran sus condiciones de vida. No resulta muy racional tener desempleo, millones de personas viviendo sin las necesidades básicas satisfechas, y no utilizar de manera sostenible los recursos que se tienen. De hecho, los países industrializados tienen en común que todos hicieron reformas agrarias previamente a su proceso de industrialización, algunos de forma violenta (como Francia, durante su revolución liberal), y otros de forma más pacífica.

 

En Colombia, durante la última campaña presidencial, un candidato (Gustavo Petro) propuso un instrumento liberal para desconcentrar la tierra improductiva, que consiste en subir el techo del impuesto predial, para que los poseedores de latifundios improductivos se vean obligados a trabajarlos o a venderlos. Es decir, ni siquiera se habló de expropiación sin previa indemnización, y la propuesta fue automáticamente descalificada como socialista, pese a que el primero en proponerla en Colombia fue el Partido Liberal, como bien lo reconoció el último candidato presidencial de esa colectividad, Humberto de la Calle. Este es apenas un ejemplo más de cómo lo liberal-democrático es visto en Colombia como de “izquierda radical” o “socialista”.

 

“Dios ha dado a los hombres el mundo en común; pero como se lo dio para su beneficio y para que sacaran de él lo que más le conviniera para su vida, no podemos suponer que fuese la intención de Dios dejar que el mundo permaneciese siendo terreno comunal y sin cultivar. Ha dado el mundo para que el hombre trabajador y racional lo use; y es el trabajo lo que da derecho a la propiedad, y no los delirios y la avaricia de los revoltosos y los pendencieros” (Locke, 2006, pp. 39).

 

 

 

 

 

Referencias bibliográficas

 

Locke, J. (2006). Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil. Un ensayo acerca del verdadero origen, alcance y fin del gobierno civil. Editorial Tecnos, Bogotá, Colombia.

 

Sartori, G. (2003). ¿Qué es la democracia? Editorial Taurus, México D.F, México.

 

[i] John Locke es conocido como el fundador del liberalismo o el padre del liberalismo clásico.

 

[ii]  “El liberalismo clásico conocía únicamente la propiedad protectora. Es verdad que el liberalismo aprecia y defiende al individuo también mediante aquella seguridad que le da su protección. Pero la propiedad en cuestión no es, y no podía ser, un “poseer para invertir”, es esa propiedad que constituye garantía de libertad”  (Sartori, 2003, pp. 329).